miércoles, 18 de mayo de 2016

Secretos de Barcelona: carassas y burdeles

El Born, Carrers del Mirallers: Carassas y Burdeles

Barcelona tuvo, como todo puerto de mar, un barrio de dudosa reputación, salpicado de lupanares, llamados aquí, eufemísticamente, "casas de barrets". La abundancia de prostitución en todos los tiempos deriva del carácter portuario de la ciudad. Barcelona tuvo puerto desde la más remota antigüedad aún cuando la ubicación de este no haya dejado de cambiar a lo largo de los siglos. Con esta historia y esta fisonomía, el puerto de Barcelona iba a tener un creciente tráfico marítimo, sobretodo a lo largo del siglo XVIII cuando aumentó el tráfico con ultramar. 

En la Barcelona del siglo XV, se empezaron a permitirse la existencia de algunos burdeles en calles concretas, sobretodo en la zona del Raval. Una tradición que aún se conserva en nuestros días. Para delimitar donde podía encontrarse una casa de lenocinio, teniendo en cuenta el nivel de analfabetismo reinante, se empezaron a utilizar ciertas señales. De hecho, existe un código de señales que permanece en la cultura popular desde tiempos inmemoriales. Símbolos que sirven como un mapa del tesoro hacia lo prohibido, lo clandestino o lo tabú. 

En Barcelona, en el siglo XVII, se utilizaban para señalar los prostíbulos testas esculpidas en piedra y colocadas en las esquinas que recibían el nombre de carassas. Durante la edad media las calles no tenían rótulos indicadores ni ningún tipo de señal estándar para identificar donde se encontraban. Los nombres, muchos de los cuales han llegado hasta nuestros días, eran denominaciones populares, pero no oficiales.Las carassas podían representar mujeres, demonios,  sátiros o gárgolas y se colocaron con la intención de recordar a los clientes donde se encontraba el prostíbulo. Allí donde la gárgola dirigía su mirada, se encontraba el prostíbulo. 

Pero en el siglo XVII, la exhibición pública de la prostitución estaba considerada de mal gusto. Por eso se decidió utilizar una simbologia especial para marcar los edificios donde había burdeles. De esta manera, nacieron las carassas, unas caras de piedra que se colocaban en las esquinas de las calles donde había prostíbulos y se ejercía la prostitución. A pesar que las reformas urbanísticas han hecho desaparecer la mayoría, todavía se pueden encontrar algunas en la Ciutat Vella

Esta que vemos representa a una mujer y está en la confluencia del carrer dels Mirallers y el carrer dels Vigatans, en el barrio de la Ribera. Es la más conocida, se encuentra en perfecto estado y es muy fácil de localizar.
Antiguamente la gente de a pie no sabía leer ni escribir, por eso, los locales o establecimientos tenían que indicar de su presencia con dibujos o esculturas. En este caso, en una esquina de la calle Mirallers, encontramos la cara (carassa es el superlativo en catalán de cara) de una mujer esculpida, que indicaba a los potenciales clientes la presencia de un prostíbulo cercano.

Mucho antes de que existieran las luces de neón en los (puti) clubs, en Barcelona se utilizaba un código especial para este tipo de lugares.

Esta carassa que vemos a continuación es conocida como el Papamoscas, que nada tiene que ver con el papamoscas que marca las horas en la catedral de Burgos, a pesar de que hay quien así lo cree. Más bien tiene que ver con el nombre de la calle donde está situada. Se encuentra en la esquina del carrer de les Mosques y el carrer dels Flassaders, también en el barrio de la Ribera. Por lo visto, esta carassa señalaba un lupanar de cierta categoría, muy concurrido sobre todo por los marineros. Las carassas están fuera de las guías y rutas turísticas, incluso muchos barceloneses ignoran su existencia, forman parte de la otra Barcelona, la Barcelona oculta.




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