miércoles, 18 de mayo de 2016

Alquimia en Barcelona (Paula LM)

La Casa del Alquimista

Este  edificio de origen medieval dispone de tres fachadas entre la calle del Arc de Sant Ramon del Call y la plazoleta de Manuel Ribé. Las dos fachadas de la calle arc de sant ramon del call son testigos de las reformas que experimentó el edificio entre los siglos XIII y XVII, así como de las transformaciones de los siglos XIX y XX. Son pocos los elementos de época medieval que aún se conservan. Así pueden apreciarse los ornamentos de una ventana y la silueta de un arco de piedra en una de las paredes. Ambos datan de los siglos XIII y XIV.
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Dentro del edificio se exponen objetos del siglo XIII y XIV de uso cotidiano, que se han encontrado en excavaciones arqueológicas realizadas en la zona, entre los cuales destacan Khanukiyyes, una escudilla con caracteres hebraicos, una copia facsímil de la Haggadah de Sarajevo producida en tierras catalanas que ilustra escenas del siglo XV y dos lápidas con inscripciones hebraicas del siglo XII de tumbas de Montjuïc, el cementerio hebreo, que tras la expulsión se reutilizaron en el Palau Reial de Valldaura, en Collserola y después formaron parte de una masía hasta que el ayuntamiento las compró a un anticuario.
Centro Interpretación Call, pieza del S. XII
En la planta baja y protegidos por un suelo de vidrio, se pueden observar los restos del pozo y el depósito de la casa.

El centro de interpretación está ubicado en lo que fue la casa de Jucef Bonhiac, un tejedor de velos y después panadero, según consta en documentos del siglo XIV, y conocida como la casa del alquimista o el rabino.

La casa del alquimista también esconde una leyenda según relata  Joan Amades. En el siglo XIV vivia en esta casa un alquimista judío muy conocido por sus hechizos. Su hija, que era una de las jóvenes más guapas de la ciudad, era festejada por un caballero cristiano hasta que, cansada de tener que esconder su amor, le propuso que le pidiera la mano a su padre. El caballero, que no parecía tener intenciones muy nobles, le dijo que prefería amarla sin llegar al matrimonio, por lo cual la novia rompió la relación definitivamente. Como venganza, el caballero fue a casa del Alquimista judío para pedirle un potente hechizo capaz de envenenar hasta la muerte de forma imperceptible y a la vez irreversible.
El Alquimista, ignorando que la destinataria de la pócima era su própia hija, le preparó una flor bella y fresca con un delicioso perfume que, al ser olido, condenaría la víctima a una muerte segura. El caballero, complacido, dio la ofrenda con fingida inocencia a su amante como recuerdo del amor que compartieron y ella, al olerla, murió al instante. Cuando su padre entendió lo que había pasado, desesperado, huyó de la casa que había sido escenario de su deshonra, castigándola a quedar deshabitada y encantada hasta el Juicio Final.
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En la fachada principal del edifcio se halla esta inscripción en hebreo, cuya traducción al castellano es la siguiente: "el santo rabino Samuel Araseri, nunca se acabe su vida, año 692, se halló con otros restos del tiempo de los judíos en esta casa levantada sobre las ruinas de la que fundó Santo Domingo, año 1826". Así que, por lo que parece, el rabino no huyó de la ciudad sinó que murió en su casa.

 

Pócimas y hechizos en la calle del Carmen


En la confluencia de c/ Picalquers con c/ del Carme existió, a principios del s. XX , una de las tiendas de hechizos mas famosas de Barcelona. Entre su clientela figuraban no solo brujos y nigromantes, si no también médicos y farmacéuticos.
La tienda estaba especializada en excrementos de animales, muy utilizados en la elaboración de remedios y pociones. La caca de gato era muy apreciada. También tenían un buen surtido de huesos de condenados (las falangetas de ahorcados se vendían a muy buen precio como amuletos) , y grasa de manos amputadas que servía para elaborar ungüentos mágicos que curaban la tisis y otras enfermedades terminales, así como para fabricar velas que tenían poderes como por ejemplo para descubrir tesoros ocultos  y mientras estaban encendidas producían un extraño sopor a los que estaban cerca, exceptuando al que la utilizaba. Por este motivo los ladrones utilizaban estas velas para encenderlas en las casas a las que entraban y asegurarse de que, por mucho ruido que hicieran, no serian descubiertos.
Otro producto que despachaban era el ungüento de serpiente, eficaz contra multitud de enfermedades.
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Esta tienda desapareció hace muchos años, pero todavía hoy, en la plaza de Canonge Colom hay una paradita donde se puede adquirir, entre otras formulas milagrosas, este famoso ungüento de serpiente que ya forma parte de la historia de la farmacopea catalana.



Paula LM

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